Es curioso los mecanismos de defensa que nos inventamos para no hacernos daño, es aquello que yo suelo decir de la negación. Hace un par de semanas ante un determinado comportamiento creí tomar una decisión en plan súper mujer, segura de sí misma y de lo que quiere. Lejos de la realidad en ningún momento me tome enserio las consecuencias. Eso si yo me reafirmaba en un orgullo que a mi misma llego a sorprenderme. No porque no crea que merezco lo mejor pero me sorprendió reafirmarme en rabia, soberbia y prepotencia, esa no soy yo.
Hace unos días me dí cuenta que no había sido yo la que había marcado el tiempo, me habían disfrazado la verdad y yo me lo había creído, me habían marcado claramente un punto y final. Cuando yo tomo una decisión, sea la que sea, no espero jamás respuesta de los demás, suelo sentir que tengo por delante un nuevo camino y esta vez no me sentía así.
Al abrir los ojos no había lugar a rabia, ni penitencia, la verdad por mucho la disfracemos, cuando te enfrentas a ella duele. Pero duele una sola vez, no más, el tiempo que te estanques en ese dolor, eso ya es cosa tuya. En cambio cuando la disfrazas hasta que llegas a descubrirla es un camino muy duro, donde tus sentimientos están sometidos a una montaña y cuando al fin tocas fondo te sientes realmente agotada. En ese punto lo reprochable son los disfraces, los edulcorantes y la compasión.
Entonces es cuando me pregunto que es lo realmente me duele, la verdad o la falta de sinceridad.
Hoy he recibido una llamada realmente inesperada de una de las personas más sinceras que se han cruzado en mi camino. Y lo digo porque yo sufrí las consecuencias en primera persona de su sinceridad, cosa que no me gusto ni un pelo pero que jamás me reprochó y respetó. Ha pasado de aquello casi un año y mis ultimas palabras puedes creerme, tampoco fueron muy cordiales, me falto decirle un ahí te pudras, ahora dudo si llegue a decirlo pero estoy completamente segura que lo pensé.
Te preguntaras que importancia puede tener una llamada de una persona con la que termine sin más. Y si realmente las cosas suceden por algo, esta llamada ha sucedido en el momento justo y necesario. Lo primero que he sentido al ver su nombre en mi teléfono ha sido respeto, el mismo que mostró hacia mi en su momento.
Es curioso ver que cuando no tienes nada que esconder se puede hablar de todo, sin rencor, ni reproches, es más eres capaz de reconocer aquello que no supiste hacer bien sin excusas, ni porqués, simplemente porque se te cuzaron los cables.
Estoy cansada de oír que soy buena persona, que tengo un corazón muy grande, etc.. puede que sea así tampoco me preocupa demasiado lo que piensen los demás, me preocupa solo dormir las pocas horas que duermo tranquila y eso solo lo consigo siendo fiel a mis sentimientos. El caso es que a veces tampoco he sido del todo sincera y he jugado disfrazar la verdad. Excusándome en aquello que jamás he mentido, solo he omitido hechos. Y que esos hechos fueron consecuencia de algo que me hacia sentir mal. Son simples mecanismo de defensa, de no aceptar la evidencia, en mi caso reconozco que he sido una cobarde.
La única conclusión a la que he llegado es que cuando tu no eres sincera, no expones y no cuentas, la verdad te abofetea la cara tantas veces como te niegues a aceptarla.
Yo, estos días he tocado fondo, me ha costado pero he visto la verdad, me ha dolido y he fondeado lo que he necesitado. Hoy siento que me reafirmo de nuevo, esta vez desde la evidencia, sin esperar nada, ni a nadie, sin restricciones para no ofender, ni intención de quedar bien. Quien realmente te aprecia te habla claro aunque te duela.
Entonces ¿En que punto me encuentro ahora? Con la verdad en la mano, es cuando me ha tocado tomar decisiones y ahora si se plantea un nuevo camino.
Entonces ¿En que punto me encuentro ahora? Con la verdad en la mano, es cuando me ha tocado tomar decisiones y ahora si se plantea un nuevo camino.
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